¡Sus enseñanzas son la mejor terapia! | His teachings are the best therapy!
(English Translation Follows)
Me complace ofrecer algunas de mis reflexiones de mi práctica personal durante la pandemia. Yo no sufro de ningún problema de salud crónico, pero al igual que muchas personas, cargo con el “equipaje” circunstancial de mi crianza, con desafíos personales que superar. He luchado contra el perfeccionismo, la timidez y el ser demasiado amable. Por esta razón, estoy muy interesada en desarrollar una inteligencia emocional y un comportamiento social constructivo y armonioso. Encontrar el equilibrio dentro de mí y en mi papel en el mundo es un viaje de vida.
En una de nuestras reuniones sabatinas, alguien dijo: “¡El Tai Chi es la mejor terapia!” Estoy absolutamente de acuerdo y me gustaría compartir cómo durante la pandemia, mi práctica personal se convirtió en lo que llamaría “terapia meditativa” para todo mi ser. Al mismo tiempo, el reflexionar sobre mi práctica se convirtió en una fuente importante para saber en qué dirección iba.
He estado practicando durante 13 años. Estoy agradecida con la Asociación FLK TTC por empujarme a asumir el papel de instructor y luego el de líder de ubicacion cuando todo ello estaba más allá de mi zona de confort. Esto ayudó a facilitar un gran avance no solo en mi Tai Chi, sino también en mi trabajo y en mi vida personal. Hace varios años lo dejé todo para viajar durante un año, lo que se convirtió en un momento de practicar sola en el camino. Era solitario, pero aprendí que el Tai Chi es “mi hogar”, sin importar dónde me encuentre. Es una forma de “regresar” constantemente en circunstancias cambiantes. Pero durante mis viajes, mi práctica personal no fue más profunda que la que estoy experimentando ahora, con la ayuda de toda la Asociación FLK TTC en zoom. En el camino, pensaba que estaba en mi práctica personal, pero en realidad en ese tiempo (previo a la pandemia) confiaba únicamente en mi disciplina diaria sin reflexionar sobre mis sentimientos.
En el pasado, mi conciencia de Tai Chi era como un tipo de “multitarea” entre cuerpo y mente, con aspectos emocionales y espirituales entrando y saliendo de varias formas. Por ejemplo, en un momento me daba cuenta de que estaba pensando demasiado, y al momento siguiente me daba cuenta de que estaba en mi cuerpo sin estar lo suficientemente atenta. Era como una microdanza, como si fuera cambiando de un lado a otro entre las distintas partes de mí misma. Ahora empiezo a sentir una conciencia más visceral e integrada en todo mi ser. Desde el momento en que empiezo a hacer los movimientos de fundación, soy consciente de cómo la textura, el peso y la densidad de mi ser van cambiando. A menudo lo siento de una manera tangible cuando comienzo a liberar mis emociones y opiniones. Al principio, puede que haya una resistencia interna, pero luego siento que paso lentamente del sostener a soltar, de la ansiedad a la calma, de la timidez a la valentía. A veces siento un alivio palpable cuando la impaciencia y la actitud crítica de mi mente comienzan a disolverse. Esta experiencia es la “terapia meditativa” a la que me refiero. Cuando tengo esta sensacion en mi práctica, entonces “desenredar el nudo” (untangling) es natural, y siento como si simplemente me estuviera soltando a mí misma, dejando ir quien soy para canalizar alguna otra energía más poderosa. Antes, mi conciencia volaba rápidamente a través de las diferentes “partes” de mí. Cuando cometía algún error, la reflexión era como un “trabajo” interior; una lucha de autconsciencia y autoanálisis. Ahora, cuando reflexiono sobre mi práctica, la experiencia tiene un sabor diferente; sigue siendo crítica, pero se siente más holística. Me culpo menos y soy más compasiva ante mis propios desafíos. Cuando hay humildad y visión, es como si el sentimiento se expandiera dentro de uno; se siente con mayor arraigo, más fusionado dentro de uno mismo.
La vida cotidiana siempre presenta los mismos desafíos; trabajar con otros, resolver problemas, adaptarse al cambio. En el pasado quería mejorar, pero las razones eran vagas y confusas por el hecho de querer complacer a los demás. Ahora, mi deseo de curarme a mí misma, de convertirme en una persona más útil, se siente urgente. Soy más consciente de cualquier momento, por pequeño que sea, en el que no estoy trabajando bien con otras personas, perdiendo el tiempo en hacer algo en exceso, esforzándome demasiado o no prestando atención a lo que hay que hacer. Si me pierdo un día de práctica personal, soy consciente de los momentos de impaciencia, volatilidad emocional o pensamiento rígido. Cuando sé que he cometido algún error, me siento avergonzada de inmediato, aún incluso si los demás no lo notan. Soy más sensible y crítica con mi propio comportamiento. Siempre he luchado contra la tendencia a ser amable, a veces incluso sabiendo que el “amor duro” del Tai Chi es mejor. Ahora ya no quiero tolerar más “tonterías”, ni las mías ni las de los demás. Aunque esto no es sorprendente, para mí es un desafío incómodo el considerar ponerlo en práctica en cada situación. Pudiera parecer una tontería, pero mi chaqueta de Tai Chi se ha convertido en un símbolo para mí; cuando me la pongo siento la responsabilidad de la práctica personal; así como la valentía que necesito para ser más clara. Mi chaqueta (simbólica) de Tai Chi parece proteger y desafiar todo mi ser. ¡Así que en mi corazón me gusta imaginar que la “uso” todo el tiempo!
Otro cambio en mí, durante este tiempo “monástico”, ha sido el esforzarme más conscientemente en dejar ir mis esperanzas y miedos sobre la sociedad y dejar de lado mis expectativas. En el pasado ha sido una distracción el preocuparme por mi desempeño y mi papel dentro del grupo. Me averguenza ver con honestidad los aspectos egoístas de estas preocupaciones. Incluso cuando me siento triste, puedo ver que necesito aceptar lo que sucede y confiar en que todo saldrá bien.
¿Por qué sigo aquí?
Desde que descubrí el Tao Te Ching cuando era una joven adolescente, he encontrado el mayor consuelo e inspiración en el pensamiento taoísta. Pero quiero vivirlo, no solo pensarlo, sea lo que sea que eso signifique. Siento la necesidad de superar mis miedos, de ir más allá de lo que sea que me detiene.
I am happy to offer some of my reflections from personal practice during the pandemic. I do not suffer from very challenging or chronic health issues, but like many people I carry the circumstantial “baggage” of my upbringing, with personal challenges to work through. I have struggled with perfectionism, shyness, and being too nice. For this reason I’m very interested in developing emotional intelligence and social behavior that is constructive and harmonious. Finding balance within myself and in my role in the world is a life journey.
At one of our Saturday meetings someone said “his teachings are the best therapy!” I agree wholeheartedly and would like to share how during the pandemic, my self-practice became what I would call “meditative therapy” for my whole being. At the same time reflection on my practice became an important source of self-direction.
I have been practicing for 13 years. I’m grateful to the Society for nudging me into the role of leader in training and then branch leader at a time when it was beyond my comfort zone. It helped facilitate a major breakthrough not only in my practice but in my work and personal life as well. Several years ago I left everything to travel for a year which became a time of practicing alone on the road. It was lonely but I learned that his teachings are “home” no matter where I am. It’s a way of constantly “returning” within changing circumstances. But during my travels it was not the deeper self-practice that I am experiencing now, with the help of the whole organization on zoom. On the road “I thought I was” in my self-practice, but I was relying solely on my daily discipline without reflecting on my feelings.
In the past, my awareness in the practice of his teachings was like a kind of “multi-tasking” between body & mind, with emotional and spiritual aspects coming in & out in various ways. For example, one moment I would realize I was thinking too much, and the next moment I would realize that I was in my body without being mindful enough. It was like a microdance, a kind of rapid vacillation between the various parts of myself. Now I am beginning to feel a more visceral and integrated awareness in my whole being. From the moment I begin the jongs, I’m aware of the texture and weight and density of my being changing. I often feel it in a tangible way as I begin to release my emotions and opinions. There may be internal resistance at first, but I feel myself shifting slowly from holding to letting go, from anxious to calm, from timid to brave. I sometimes feel a palpable relief as my impatient and judgmental mind starts to loosen up and dissolve. This experience is the “meditative therapy” I’m referring to. When I have these sensations in my practice, the untangling is natural, and I feel as if I’m simply losing myself, letting go of who I am to channel some other more powerful energy. Before, my awareness flitted quickly across the different “parts” of me. When I made a mistake, reflection was a kind of inner “work”; a self-conscious struggle with self-analysis. Now, when I reflect on my practice, the experience has a different flavor; it is still critical, but it feels more holistic. I feel less punitive and more compassionate towards my own challenges. When there is humility and insight, it has a more grounded quality, an expansive and inclusive feeling, a sense of fusion of myself as a whole.
Daily life always presents the same challenges; working with others, problem-solving, adapting to change. In the past, I wanted to get better but the reasons were vague and muddled by the motive to please others. Now my desire to heal myself, to become a more helpful person, feels urgent. I’m more acutely aware of any moment, however small, that I’m not working well with other people, wasting time over-doing something, trying too hard or not paying attention to what needs to be done. If I miss a day of practice I’m self-conscious of any little instance of impatience, emotional volatility, or rigid thinking. When I know I’ve made a mistake I feel embarrassed right away, even if others don’t notice it. I’m more sensitive and critical of my own behavior. I have always struggled with the tendency to be nice, sometimes even when I know that “tough love” would be better. Now I just don’t want to tolerate “nonsense” anymore, my own or other’s. This is not surprising, but it’s an awkward challenge for me to consider actually putting it into action, in every situation. It’s silly but my practice jacket has become symbolic for me; when I put it on I feel the responsibility of self-practice and also the bravery I need to be more clear. My (symbolic) practice jacket seems to protect and challenge my whole being. So in my heart I like to imagine that I’m “wearing” it all the time!
Another change for me during this “monastic” time is a more conscious effort to let go of my hopes and fears about the society and to set aside my expectations. I see what a distraction it’s been in the past to worry about my performance and my role in the group. It’s humbling to look honestly at the selfish aspects of these concerns. Even when I feel sad, I can see that I need to accept whatever happens and just trust that it will all work out.
Why am I still here?
Ever since I discovered Tao Te Ching as a young teenager, I’ve found the greatest comfort and inspiration in Taoist thinking. But I want to live it, not just think it, whatever that means. I feel the need to overcome my fears, to move beyond whatever it is that holds me back.